Llamamos ansiedad a un conjunto de respuestas naturales del cuerpo, como pueden ser ciertas reacciones fisiológicas (palpitaciones, dificultad para respirar, sudoración…), cognitivas (estado de alarma, preocupaciones y miedos frecuentes, exceso de observación a uno mismo y lo que siente por dentro…).
Este tipo de reacciones son normales, forman parte de nuestro kit de supervivencia ante posibles amenazas, puesto que preparan el cuerpo para poder responder efectivamente ante amenazas. Es por lo tanto algo heredado de nuestros ancestros dada su utilidad en relación con aspectos importantes como la propia seguridad y la protección, y en mayor o menor medida todos los seres humanos las hemos experimentado en una u otra situación.
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¿Qué puede generar una crisis de ansiedad?
Sin embargo, las situaciones que hemos de afrontar las personas hoy en día han cambiado.
Las amenazas ante las que predisponernos para el ataque o la huida que han sido efectivas a lo largo de gran parte de la historia de la humanidad, y de las que somos herederos, ya no son cuestiones de proteger la propia vida frente amenazas externas, o disputarse recursos naturales conectados con la supervivencia. Las amenazas actuales en las sociedades desarrolladas suelen ser más del tipo “y si quedo en ridículo”, “¿tendré éxito en la vida?”, o “y si me engaña mi mujer y me quedo solo”.
A diferencia de una posible amenaza real, como un tigre, para nuestros antepasados, el tigre es real, y está o no está. Sin embargo, el tipo de amenazas actuales surgen de la capacidad de pensar, por lo que en cualquier lugar, puede aparecernos un pensamiento de ese tipo y vivirlo así en presente.
Otra peculiaridad humana, en relación con el aprendizaje, es nuestra capacidad para conectar cosas. Si un día fuimos asaltados por un hombre con gorra verde, gafas, en un parque y que cruzaba un coche rojo, es posible que a partir de entonces alguien con gorra verde, o con gafas, o al cruzar un parque, o ver un coche rojo, pueda activar estas mismas reacciones de ansiedad. Por lo tanto, las razones de por qué puede sentirse uno ansioso en un momento dado, son prácticamente infinitas.
La crisis
Las crisis de ansiedad, por su parte, aparecen cuando un individuo experimenta estos síntomas ansiosos con una intensidad muy elevada. Su causa puede ser claramente identificada, hablando de una crisis de ansiedad situacional, o no tener un motivo aparente, debido a las características del aprendizaje explicadas anteriormente. Al no entender la razón, por no ser obvia, la persona suele asustarse al experimentar estas reacciones, pues por no encontrar la razón, suele concluir que algo malo está pasando dentro suyo, lo cual habitualmente desemboca en pensamientos aterradores de que algo realmente grave va a ocurrir.
Es frecuente por ejemplo, que la primera vez que una persona experimenta una crisis de pánico, al notar esas sensaciones y no comprender de donde aparecen, deduzca que le está dando un ataque al corazón, y está en peligro de muerte.
Durante las crisis de ansiedad, también conocidas como ataques de pánico, la sintomatología puede aparecer en forma de sensaciones físicas muy intensas y desagradables, como los pensamientos y emociones consecuentes, de urgencia y alarma. La duración de estos periodos suele ser de 20-30 minutos en que la persona que lo padece sienta gran malestar y sufrimiento, y tras el cual suele terminar agotada debida la alta activación fisiológica y mental.
De la ansiedad al ataque de pánico
Entendiendo las reacciones de ansiedad como respuestas naturales, aunque puedan ser más o menos adaptativas a día de hoy en un momento dado, es importante resaltar que por desagradables que son, son automáticas e inofensivas. Sin embargo, al experimentarlas es habitual que la persona las viva como una amenaza, y haga lo posible por reducir y eliminarlas, por ejemplo intentando relajarse o distraerse.
De este modo, el organismo responde a una primera amenaza en que se encuentra, sea así realmente la situación, o por las características del aprendizaje. Pero también responde ante otra amenaza, al vivir estas reacciones naturales como señales de algún problema interno, algo grave, de modo que, lo normal es que las reacciones incrementen. Simplificado, sería el ponerse nervioso por estar nervioso.
Habitualmente, los esfuerzos por tener bajo control los síntomas, evitar o reducirlos, no logra su objetivo, recordemos, son reacciones automáticas ante la presencia de ciertos estímulos percibidos como amenazantes. El no lograr reducirlos, aumenta la preocupación de que hay algo que está fallando, más alarmas, más amenaza, más reacciones de ansiedad. En esta misma línea, la persona al no lograr controlar algo, que de forma natural y natural no se puede controlar, pero considera que sí, puede temer perder el control de sí misma, algo que se suele experimentar también como otra amenaza más, tal vez más grave, y por lo tanto, más reacción de ansiedad.
Simplificando una vez más, las crisis de ansiedad pueden explicarse como el hecho de estar nervioso, y no querer estar nervioso, no aceptar esa reacción, de modo que se cae en la trampa de realizar grandes refuerzos para evitar la ansiedad, y paradójicamente, a más esfuerzos, más ansiedad, y así sucesivamente.
Conclusiones
El no estar dispuesto a volver a experimentar una crisis de ansiedad puede hacer que la persona que ha sufrido un ataque de pánico pase a estar mucho más pendiente de cómo se encuentra interiormente, evitar situaciones o sensaciones, lo cual puede llevar a que ante la presencia de cualquier sensación, ansiosa pero natural, se autosugestione, entrando de nuevo en ese bucle de lucha contra la ansiedad y así facilitando volver a experimentar una crisis.
La alternativa que a día de hoy adquiere mayor validez empírica sería la de aceptar estas sensaciones, los síntomas que se pueden experimentar cuando aparece la ansiedad. En lugar de esforzarse por evitar y combatir estas sensaciones desagradables, permitirles estar mientras se sigue actuando en base a lo que uno estaba haciendo, lo importante del momento. Frecuentemente, a más se aceptan estas sensaciones, más se las deja ir, mientras que luchar contra ellas facilita que se mantengan y aumente su intensidad.
Este es un post escrito por el equipo de psicólogos de Activital (Madrid)