Quiero presentaros un texto que me llegó al mail. No es anónimo, pero me ha pedido no poner su nombre. Me parece un testimonio muy desgarrador y espero que a más de una persona le sirva para reflexionar. Por favor, si reconoces algunos de los síntomas del alcoholismo, pide ayuda a un psicólogo o acude a una clínica para alcohólicos.
Mi historia es una historia muy triste. Mi historia con el alcohol es el principio de perder mi vida, de perder las riendas de mi vida. En resumen, es la historia de perderlo todo: mujer, hijos, padres, trabajo y, en última instancia, a mi mismo.
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Un trabajo no recompensado me llevó a empezar a beber
Todo empezó debido a que yo tenía un trabajo muy estresante en una multinacional. Trabajaba unas 14 horas al día y mi jefe nunca me recompensaba aunque los resultados eran buenísimos. Siempre he tenido complejo de inferioridad y soy de esas personas a las que les levanta el ánimo cuando les dicen “lo has hecho bien”. Pero mi jefe… Digamos que el favor te lo hacía él al dejar que curraras ahí, aunque le duplicaras la facturación anualmente.
Como no me recompensaban en el trabajo, decidí empezar a compensarme yo. Mi premio: beber
Así que decidí empezar a recompensarme yo. Eran de esas personas a las que les gusta beber un poquito para coger el puntillo, ese puntillo que hace que te evadas de la realidad.
Poco a poco me fui dando pequeños premios después del trabajo. Pasaba por el bar de debajo de mi casa antes de llegar del trabajo y me tomaba un chupito de whisky.
Ese chupito de whisky no tardó en pasar a ser dos y después media botella antes de llegar a casa.
Empieza mi declive familiar
Mi pareja se empezó a mosquear, sobre todo porque estaba descuidando el llegar antes a casa para estar con mis hijos y jugar con ellos.
De hecho antes de empezar a beber incluso algún día los iba a buscar al colegio después de clase.
Pero poco a poco, vi que tenía más gracia ir al bar a beberme esos whiskys que ir a jugar con mis hijos. Jugar con mis hijos era una carga después de un día entero de currar y yo lo que quería era darme un premio, un caprichillo, un tiempopara mí. Jugar con ellos no me evadía de la realidad de la misma forma que lo hacía el whisky así que, ¿para qué estar con la familia?
Con el tiempo mi mujer se enfadó del todo porque iba llegando cada día borracho a casa. Insistió en que tenía un problema y yo en vez de escucharla me enfadé con ella y empezamos a tener broncas enormes gritando e insultándonos. Todo delante de los niños, claro.
Mi mujer insistió en que tenía un problema con el alcohol y yo en vez de escucharla me enfadé con ella
Entonces empezó una época en la que dejé de ir solo al bar. Me buscaba algún amigo soltero para salir entre semana y llegar a la hora que todos estaban durmiendo en casa para no tener que soportar las broncas con mi mujer y no tener que jugar con mis hijos.
Pero esos amigos pronto se cansaron de salir prácticamente cada día de la semana porque al día siguiente tenían que trabajar.
Yo también tenía que trabajar pero descubrí que a base de cafés podía sobrevivir en mi entorno laboral ya que nadie cuestionaba mis decisiones de trabajo y puesto que los resultados seguían siendo buenos.
El divorcio y la pérdida de la custodia
Cada vez deseaba más que me mandarán a trabajar fuera a congresos o a ferias cada dos por tres para así poder hacer mis propios planes entre semana sin tener que justificar con mi mujer lo que hacía o lo que dejaba de hacer. Me encantaba irme a un hotel después del trabajo, pasar por un supermercado antes, comprarme mi botella de whisky y tomármela tranquilamente solo en la habitación.
Poco a poco me fui al ausentando más y más del hogar para ir yo solo de fiesta: me metía en clubs y a beber hasta que perdía el mundo de vista y, normalmente, acababa en un puticlub acostándome con otras mujeres. El respeto a mi mujer ya se lo había perdido así que, ¿para qué serle fiel?
Esto duró varios años hasta que mi mujer no pudo más y me pidió el divorcio, a lo que yo accedí encantado: un gasto menos y un quebradero de cabeza menos para poderme centrar en el alcohol y la fiesta.
Me divorcié de mi mujer y perdí a mis hijos, un gasto menos para centrarme en el alcohol y la fiesta
Por supuesto, accedí encantado al divorcio porque ya no me aportaba nada ese matrimonio. Perdí la custodia de mis hijos, obviamente, perdí a mi mujer y me centré solo en el trabajo y en el alcohol. Es curioso como, ahora que llega Navidad, me acuerdo de ellos pensando: “otra Navidad que pasas solo, ¿qué harán los niños?”. No tengo contacto con ellos, pero tampoco lo busco. No es que esté bien solo, pero sé que les he perdido y he decidido cortar del todo con eso.
Accidente de moto
Cómo me pasaba muchas horas despierto empecé a rendir poco en el trabajo pero lo suplí usando cocaína, a la que también me enganché. Y, como gracias a la cocaína me pasaba más horas despierto, empecé a buscarme otros vicios que me divirtieran tanto o más que el alcohol como por ejemplo las apuestas deportivas o los clubs striptease.
Durante unos años todo fue magnífico: llevaba una vida totalmente desordenada, unos hábitos alimenticios caóticos y me alimentaba básicamente de pizzas de bocatas en los bares y del alcohol que bebía. La coca hacía el resto.
Me desperté en un hospital sin saber qué había pasado. Me habían tenido que extirpar el bazo
Todo fue perfecto, hasta que un día tuve un susto de los grandes volviendo de fiesta a casa. Iba totalmente borracho y pasado de cocaína y tuve un accidente en moto. Salí disparado contra una señal de tráfico con tan mala suerte que me rajó. Me desperté en un hospital sin saber qué había pasado. Me dijeron que me habían tenido que extirpar el bazo.
Eso me frenó durante un par de meses donde el arrepentimiento y la vergüenza que pasé delante de mis padres en el hospital pudo más que todos los vicios que tenía encima. Decid incluso probar una clínica de desintoxicación de la que me fui a las 2 semanas y así empezó otra vez mi declive de drogas, alcohol, apuestas y clubs de striptease cada dos por tres.
Mis padres se dieron cuenta de que seguía metido en drogas y en estamparme el sueldo y dejaron de hablarme.
Para rematarlo, me echaron del trabajo
Como esta situación era totalmente insostenible, en el trabajo y ya empezaban a ver que llevaba más ojeras de lo normal y que iba a acelerado a las reuniones debido a la cocaína.
Me reboté con mi jefe, le llamé puto maricón de mierda e intenté agredirle
Mi jefe, el que lo empezó todo, me pegó el toque diciéndome que temía que probablemente tuviese un problema de adicción a las drogas. Al principio me lo tomé bien pero después hubo un click en mi cabeza mientras estaba en la reunión con él, seguramente debido al subidón de las rayas que me había metido un rato antes. Me empecé a rebotar insultándole y le llamé puto maricón de mierda y que gracias a mí era lo que era. Intenté agredirle pero, por suerte, no acerté con el puñetazo por lo pasado que iba.
Mi jefe tardó minutos en despedirme. Eso sí, no se quiso complicar la vida y obvió la charla que habíamos tenido. Me dio una suculenta indemnización a cambio de que no volviese a aparecer por la empresa nunca más. Ese dinero me dio para salir de fiesta durante unos 6 meses, ya que me pasaba todo el día invitando a gente que no conocía (¡de repente estaba forrado!) en los bares, invitando a gente a la que acababa de conocer en la barra de un puticlub… así que cada noche podía acabar gastándome entre 500 y 3.000€
Estoy solo y solo moriré
Hoy en día no tengo la suerte de tener un trabajo y tampoco me lo he ganado. Voy haciendo trabajos en negro de cosas que no tienen nada que ver con mi anterior curro y sacándome cuatro duros que ya no me permiten esnifar cocaína tan asiduamente como lo hacía antes, pero sí me permiten beber en sitios baratos.
Lo que hago ahora es salir de mi piso de alquiler que tengo en la gran ciudad, coger el coche (ebrio) y marcharme a un pueblo cercano donde beber es más barato. Por la misma cantidad me puedo tomar más copas. Muchas veces me quedo dormido dentro del coche, otras vuelvo totalmente borracho hasta mi casa y, según cómo, si encuentro un badulaque abierto, compro algo, me voy a casa y bebo hasta perder el conocimiento.
Soy demasiado cobarde para suicidarme. Simplemente iré tirando hasta el día que me muera
He intentado leerme libros, ir a sesiones de terapia, lo he hablado con gente pero es que no le veo ninguna salida. Soy demasiado cobarde para suicidarme con lo cual simplemente iré tirando hasta el día que me reviente el corazón o el hígado.
Y pensar que todo esto empezó porque me quería recompensar me a mí mismo por el estrés que sufría… Mis pocos minutos de lucidez que tengo el día los uso para plantearme cómo he llegado hasta aquí y convencerme cada día más a mí mismo de que esto no tiene ningún tipo de salida. No vamos a engañarnos a mí me ha acabado gustando esta vida.
Aunque sé que no es lo mejor para mí y para los que ya no me rodean (mujer, hijos y padres), paso, quiero seguir bebiendo hasta el día que reviente.
Simplemente escribo estas líneas para desahogarme. No soy religioso, así que no iré a confesarme. Escribo aquí para ver si a alguien le hace reflexionar mi historia y no caer en el mismo bucle en el que entre yo. A alguien que le sirva, porque para mí ya es demasiado tarde.