Socializar.
Eso es lo que buscamos todos cuando somos adolescentes: encontrar nuestra identidad, socializarnos y pertenecer a un grupo.
La adolescencia representa esa transición del ser un niño al ser un adulto. Está llena de miedos, inestabilidad y de confusiones que pueden llevar al joven a refugiarse en drogas legales e ilegales. Dentro de las legales, la más peligrosa es el alcohol. ¿Por qué? Porque todo el mundo bebe. Los padres, los tíos, los abuelos, los hermanos mayores, los amigos… a todos les hemos visto beber así que, ¿por qué no vamos a beber nosotros? Beber se entiende como un acto de socialización que ayuda al joven a integrarse en el grupo.
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Mi primera vez con el alcohol: 14 años
La primera vez que probé el alcohol debía tener 14 años. Fue en casa. A mi padre le había visto beber toda la vida, así que lo tenía muy por la mano. No fue hasta que tuve edad suficiente para pensar por mi mismo que reconocí en él los síntomas del alcoholismo. Sabía perfectamente donde estaba el minibar, así que quedé con un amigo y empezamos a darle a la primera cosa que encontramos. Era licor de Peppermint. Recuerdo que era horroroso pero, claro, era un licor de menta de 40º y yo no había probado nunca el alcohol, así que imagínate.
¿Y qué pasó? Nos emborrachó y nos gustó. Queríamos más.
La siguiente, la montamos en casa de un amigo. Sus padres se iban el fin de semana y quedamos en su casa para jugar al “duro” (tiras un duro contra unos vasos y, el que mete el duro dentro, se bebe el vaso). Ahí lo hicimos con cerveza. Qué tarde más divertida. A partir de ahí ya no paré. Cada vez que quedaba con los amigos en casa de alguien o para salir, pillábamos alcohol y a beber. Siempre había un hermano mayor que lo compraba en el supermercado y nos daba de beber. Esa es la aceptación del alcohol que tiene esta sociedad.
Pero no nos quedemos con lo último que he dicho si no con lo primero: “a mi padre le había visto beber toda la vida”. Los niños hacen lo que ven en casa. Los hábitos que tenga la familia, el entorno y el grupo de amigos son esenciales para la prevención del consumo de alcohol. Y lo mismo pasa a la hora de fomentar su consumo.
Yo acabé siendo alcohólico. ¿Por qué? En gran parte porque mi padre lo era
Así que, ya sabéis. La culpa de que un joven beba puede ser de las compañías con la que vaya. O puede ser vuestra como padres. O de los dos. Los chavales repiten patrones que ven en casa, tenedlo MUY presente.
Uno de los problemas de nuestra sociedad es que el alcohol se usa, culturalmente, como recompensa, como celebración, como algo que acompaña a un motivo de festejo, como un complemento del ocio… un adolescente desconoce totalmente las implicaciones a medio/largo plazo que puede tener la dependencia de una substancia. Y menos si esa substancia la puede adquirir en bares y supermercados a un precio muy bajo.
El alcohol siempre se ha banalizado. “Tómate otra, que no pasa nada”. No pasa hasta que pasa.
En este país tenemos el alcohol como algo que está ahí y que no hace daño a nadie. “Bebe, hombre, que todos bebemos”. Hasta que pasa algo así:
Entonces sí. Entonces todos ponemos el grito en el cielo: “¿pero qué coño le pasa a este país? ¿cómo se puede llegar a estas cosas?”.
Chico, es lo que nos buscamos.
Mi primera intoxicación etílica grave, con 15 años
Yo no tenía 12. Ni fue un coma etílico. Pero acabé en urgencias de un hospital y perdí la cuenta de las veces que había llegado a vomitar.
¿Qué pasó? Lo de siempre. Vas a casa de un amigo a beber. No has comido nada durante todo el día, pero da igual, vamos a beber.
Te tomas 2 cartones de vino en media hora. Pierdes el mundo de vista.
Te despierta la policía. Estás tirado en la calle con un charco de vómito al lado.
En esa época no había móviles ni llevábamos el DNI encima. Así que mis amigos tuvieron que decirle a la poli quién era. Una ambulancia me llevó a urgencias y ahí apareció mi familia.
¿Y eso me paró? Qué va. Seguí bebiendo. Delante de todos mis amigos había quedado como “ala, qué pasada el tío, cómo bebe jajajajaja, qué macho”. Había encontrado mi rol en el grupo “el que más bebe”.
Muy macho. En el parte del hospital ponía “intoxicación etílica aguda”. Había estado cerca del coma etílico.
De los síntomas del coma etílico, tenía la mayoría: sin focalidad en los ojos, pupilas dilatadas, hipotermia (estaba tirado de noche en la calle), ausencia de reflejos y tensión bajísima. En definitiva, me fue del canto de un duro.
Ojo, todo esto lo hice sin whatsapps, youtubes y demás. Imagínate si encima llego a tener el reconocimiento de anónimos que me dicen por Internet que “wala, cómo molas”.
Los jóvenes son más vulnerables al alcohol
Ese día me quedé hecho una mierda durante prácticamente 48 horas. Pero, ¿sufrí algún daño físico? No.
Los jóvenes son vulnerables al alcohol pero, ¿estamos hablando del plano físico? No. Un adolescente puede beber como un cosaco y estar como una rosa al día siguiente.
Compara una resaca de las que tenías con 21 años a una que tengas con 34. La diferencia es que la resaca te dura, físicamente, menos de un día cuando eres joven y dos días cuando ya eres más mayor.
El daño físico no es el importante aquí. El daño mental, sí. El cerebro de un adolescente se encuentra en fase de desarrollo por lo que imagina qué puede hacerle una droga. Puede afectar:
- su salud mental y derivar en, por ejemplo, ansiedad
- su memoria
- sus capacidades cerebrales de aprendizaje
- su atención
- su concentración
¿Habéis escuchado alguna vez eso de que si te emborrachas mucho pierdes la memoria a corto plazo? Pues imaginad cuando un cerebro se está desarrollando. La descarga de basura que le metes es tremenda.
Por no hablar de las consecuencias que puede tener el desinhibirse y perder el control:
- alteraciones del estado de ánimo
- accidentes de tráfico
- peleas
- relaciones sexuales sin protección
¿Cómo prevenir que tu hijo no beba?
Sinceramente, no soy psicólogo ni orientador escolar, así que solo puedo decir lo que no tuve en casa y que intentes aplicarlo con tus hijos:
- Relación contínua de comunicación con tus hijos: transparencia, claridad y franqueza
- No bebas delante de tus hijos
- No te emborraches delante de ellos
- Explícales los riesgos del consumo de alcohol, pero no lo hagas asustándoles, explícales lo que hay
- Hable con su hijo sobre los riesgos del consumo de bebidas alcohólicas;
- Dale pautas claras de cuándo puede beber y cuánto
- Todo esto, hazlo antes de que sean adolescentes. Luego a lo mejor es demasiado tarde
- Si algún día le pillas borracho, no le pegues la bronca. Intenta averiguar por qué se ha tajado. A lo mejor es culpa tuya
En definitiva, ayúdale a pensar por si mismo para que no caiga en tus mismos errores.